¿Y tú por qué trabajas?
- rbkcanal
- 28 feb 2017
- 3 Min. de lectura

Cuando tenía 22 años trabajaba en el mundo de la moda. Todas las mañanas, un mercedes negro con cristales tintados me recogía delante de mi casa a las 8am.
Todos las mañanas.
A las 8 am.
Recuerdo como día sí y día también, entre gritos, histerias y bolsos en stock, no podía dejar de preguntarme, ¿“pero qué coj***s estoy haciendo yo aquí?”
Si crees que la vida ya va rápida por sí misma, dentro de una firma de moda, el tiempo se acelera x5. Me sentía como un hámster en una jaula:
Coche 8 am. Una hora de viaje. Producir. Gritos. Producir. Coche 6pm. Viaje. Casa.
Dormir.
Volver a empezar.
Después, por la noche, me ponía a leer noticias sobre cómo el mundo se estaba despedazando y me sentía profundamente vacía e inútil. La verdad es que ganaba un buen sueldo para tener 22 años. O al menos eso era lo que me decían. “No te quejes Rebequiña”. Y yo tragaba en silencio. Pero yo sentía que ese dinero no me sabía a nada a cambio de todo ese tiempo que se me estaba escurriendo entre los dedos. Y nunca, nunca me iba a dormir con la conciencia tranquila.
James Livingston, profesor de Historia en la Universidad de Rutgers [en Nueva Jersey], ha escrito un artículo muy interesante que se llama “A la mierda el trabajo” [puedes leer la versión traducida aquí] en el que pone de manifiesto que durante siglos nos hemos estado definiendo a nosotros mismos de acuerdo con lo que hacemos, de acuerdo con lo que producimos. Parece que nuestros valores como personas van siempre ligados a nuestra carrera profesional, como si todo lo que somos fuese todo lo que hacemos. Y parece también que, la búsqueda de nuestro propósito en la vida siempre tiene que ver con el terreno laboral [la mía también ¿eh?]. Pero ahora entiendo que es al revés, que cuando te descubres ti mismo, el terreno laboral se encaja de una manera natural y lógica en tu vida.
Nos hemos obsesionado tanto [o el sistema nos ha hecho obsesionar tanto] con nuestra posición laboral en el mundo, con nuestros horarios, con nuestra productividad y con nuestro salario que a veces pensamos que ya no hay nada más allá. Y sí, durante un tiempo vivimos en un mercado laboral sostenible y resultón, amparados por la falsa promesa del “todo vale si aumentan los ingresos”. Ahora, ahora que el mercado laboral empieza a resquebrajarse con motivo de esta carrera contra las máquinas, la relación de dependencia que tenemos de nuestro trabajo empieza a causarnos cierta [mucha] angustia.
¿Qué pasaría si se redujesen los puestos de trabajo?
¿Si no hubiese tanto trabajo para tanta gente y tantas máquinas?
¿Qué pasaría si este capitalismo ferviente llegase al tope de su ciclo y tuviésemos que volver atrás?
¿Qué sucedería si no tuvieses que estar de 8 a 10 horas produciendo?
¿Qué harías con tu tiempo?
¿Lo sabes?
Basta con abrir los periódicos para darse cuenta de que estás preguntas no son del todo descabelladas, que convendría, con cierta urgencia, empezar a masticarlas y a darle vueltas en nuestras mente. Surgirán posibilidades obvias, claro, aunque todavía no hemos caído en ellas.
Esta crisis, mucho más que una crisis económica mundial, es una crisis de valores. Un re-set mental, un poner las cartas sobre la mesa. Las de verdad, las del corazón. Y qué bien que mucha gente se esté dando cuenta de todo esto. Y sí, voy a utilizar la tan manida frase de que crisis, en japonés, se escribe con los caracteres que significan “peligro” y “oportunidad”. Nuestra libertad reside en cuál de los dos escogemos.
¿Tú sabes el papel que ocupa el trabajo en tu vida? ¿Quién eres cuando llegas a casa después de la jornada laboral? Si te dijesen que se ha acabado tu trabajo, que no hace falta que vuelvas mañana, es lógico que toda tu vida se tambalease pero, ¿hasta tal punto que perdería todo su sentido?
P.D: La palabra «trabajo» deriva del latín tripalium, que era una herramienta parecida a un cepo con tres puntas que se usaba inicialmente para sujetar caballos o bueyes y así poder herrarlos. También se usaba como instrumento de tortura para castigar esclavos. De ahí que tripaliare significa ‘tortura’, ‘atormentar’, ‘causar dolor’.
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